No leo y me agüito gachote

Cuando no leo me agüito gachote.

14.12.08

La madre naturaleza y sus ingrat@s hij@s


Cuando hayas cortado el último árbol, contaminado el último río y pescado el último pez, te darás cuenta de que el dinero no se puede comer.



Hoy estaba con un par de amigos en la escuela, nos dio hambre y fuimos a comprar gorditas al carbón –deliciosas, por cierto-. Estábamos esperando nuestro turno, platicando plácidamente en la esquina del boulevard revolución y la calle García Carrillo, cuando me percato de que el chofer de un autobús de transporte público –me frustra no poder recordar qué ruta era- muy campante se detiene para tirar su asquerosa basura por la ventana. Así, vil y descaradamente arrojó sus mugreros a la calle, sin importarle nada. Fue tanto nuestro coraje, que nos pusimos de acuerdo para gritarle al mismo tiempo: ¡pinche marrano! Claro, al momento de hacerlo, fuimos presa de más de un par de miradas que nos observaron desconcertadas y hasta ofendidas, pero, ¿nos importó? No. El conductor, también al escucharnos no hizo más que seguir manejando, pero espero que haya sentido por lo menos un poco de vergüenza. Ni siquiera pudimos recoger lo que tiró, porque se lo llevó el aire.

     Triste, pero real, el chofer que vimos hoy en la mañana –espero no volverlo a ver nunca- es solo un ejemplo de las miles y miles de personas carentes de conciencia, ignorantes de que tenemos la obligación de cuidar nuestro medio ambiente. ¿Porqué estos temas siguen siendo irrelevantes para much@s? Será que pensamos que el mundo nos va a durar para siempre.


Vamos caminando por el centro y se terminó nuestra nieve, tiramos el envase en la calle, o lo dejamos en una jardinera… ¡es que, de aquí a que encuentre un bote para la basura! Cuando nos vamos a bañar, abrimos primero la regadera y nos metemos hasta que salga caliente el agua… ¡es que está helada! O cuando nos ponemos a barrer la calle, dejamos la llave abierta y rociamos con la manguera a todo dar cada parte de nuestra banqueta, para que quede requetelimpia, que al cabo el agua la pagamos nosotr@s, ¿no? Y qué tal, cuando andamos caminando por los camellones de la alameda y, claramente dice en los letreros: no pisar el césped, ¿qué hacemos? Pisamos el césped, ¡ah! Pero no se preocupen, éste último está justificado; recordemos que el ser humano está negado, precisamente al ‘no’.

     En fin, podría pasarme horas y horas enlistando más ejemplos, pero creo que ya es suficiente con los anteriores. El punto aquí es, ¿sabemos todos y todas que, si queremos un cambio positivo en nuestro mundo, en cualquier aspecto, debemos comenzar primero por nosotr@s mism@s? ¿Es tan difícil de comprender? Creemos tal vez que con recoger un papel que vimos tirado en la calle y ponerlo en su lugar, no hacemos un gran cambio, pero creo que sí, porque el primer gran cambio que debemos mostrar, es el de actitud.

     Por qué no, en lugar de estarnos quejando por lo que sucede a nuestro alrededor, somos nosotr@s quienes aportamos nuestro granito de arena, y así, transmitimos nuestro espíritu de sensibilidad hacia la naturaleza, lo irradiamos, y cada vez serán más las personas que estén en empatía. Suena a utopía, pero, lo bonito de ellas, es que existen porque alguien cree que pueden suceder.

     Me imagino que tod@s amamos a nuestra madre, pues ahora, es momento de respetar a la madre naturaleza, que ha sido benevolente desde hace millones de años; cuidarla, quererla y hacer algo por revertir todo el daño que le hemos causado, recordemos que, en esta vida todo se regresa, y hasta la naturaleza, tarde o temprano, si no lo hacemos nosotr@s, buscará ser respetada como lo que es, nuestra fuente de vida. Aunque ya hemos sido testigos de algunas consecuencias de no cuidar lo que tenemos, probablemente no nos toque pagar a nosotr@s completamente los platos rotos, pero ¿las generaciones venideras?

     No seamos egocéntric@s, ni pensemos que somos superiores a la naturaleza, tarde o temprano, ella misma nos dará una buena lección y dejará muy en claro que superior a ella, solo Dios.


Quien quiera creer que algún poder lo sitúa sobre los demás seres vivos de la tierra, tal vez viva la gloria, pero jamás gozará sintiendo los latidos de su corazón.