No leo y me agüito gachote

Cuando no leo me agüito gachote.

16.3.13

Se cansó...

Se cansó. Ella se cansó de seguir en lucha. Después de todo ese tiempo intentando encontrar, se agotó; se le agotó el alma, se le agotó el cuerpo, también la mente. Decidió no continuar. El hartazgo la tomó en sus manos, zarandeándola como a una muñeca frágil, y la regresó al suelo, desorientada, sola.

Lloró. Lloró mucho. Gritó. Tuvo esa sensación que desgarra las entrañas; el vientre se contrajo, y los poros de la piel le dieron entrada a la desesperación. La garganta se secó, la saliva se hizo densa. Las lágrimas fueron abundantes, cayeron como cascadas rebeldes mientras los ojos se hincharon como globos.

Ella decidió claudicar. Decidió dejar de luchar. Y por ese breve lapso de tiempo, se sintió liberada, ligera, agradecida por el gran peso que se había caído de sus hombros y de su espalda. Sonrió y tuvo una efímera sensasión de felicidad. 


Esta vez su hartazgo y desesperación son mayores. No se liberó, sino que huyó. Lo entendió. Al fin lo entendió. Ahora tendrá que comenzar de nuevo.

13.3.13

Nada


Me gusto más cuando no pienso, cuando no veo, cuando no creo. Saturación. Verborrea mental. Estoy desquiciada. La cabeza gira y gira y gira y gira y gira y gira. Hartazgo. Sensación de libertad. Anhelos.  Nostalgia por los recuerdos no vividos. Pesadumbre. Ansiedad. Yo. El mundo me pertenece. La vida me grita. No escucho nada. Estoy aquí, escribiendo tonterías. Intento explicarme lo que siento. La vida sigue y nos vamos poniendo viejos. Y entre más viejos, más aburridos. Un fin. El fin. No tengo ganas. Se va la fuerza. Se desvanece el espíritu. Se ahoga el entusiasmo. Y no queda nada, sólo intenciones.