No leo y me agüito gachote

Cuando no leo me agüito gachote.

12.7.10

De la vanidad que nos domina.

'El cuerpo es solo un estuche y los ojos la ventana de nuestra alma aprisionada'
Aterciopelados



Es difícil ser mujer. Creo que nadie sufre tanto como nosotras. Válgame, no me gusta asumir el papel de víctima, y heme aquí haciéndolo. Bien dicen que lo que uno más evita hacer es lo que más termina haciendo. Qué paradoja. En fin.



¿Te acuerdas cuando eras niña y ansiabas desesperadamente crecer y convertirte en toda una mujer para poder usar maquillaje y zapatos de tacón? Ja ja, yo sí. Y era inmensamente feliz jugando a las barbis con mis amiguitas, haciéndoles peinados exóticos y vistiéndolas como todas unas divas. En ese entonces, recuerdo que mi mayor anhelo era ser güerita y tener la greña rubia, y quería tener un novio como el Ken.


De niña siempre fui muy femenina, creo yo que como las demás niñas. Mis padres estaban tranquilos porque mi exceso de feminidad indicaba que en un futuro me convertiría en una mujer de esas que ellos les dicen normales. Y ahí andaba yo con las uñas muy pintadas y las muñecas con cuerpo de súper modelo. Me sentía una princesa, como las que salen en las películas de Walt Disney y que ahora odio tanto. Viví en un mundo color de rosa durante toda mi infancia.


Esa etapa de aletargamiento vanidoso ya pasó, gracias al cielo. Pero, no sé, hay veces en que me siento terriblemente triste, y es que, es desesperante, frustrante, un sentimiento de impotencia se apodera de todo mi ser cuando veo la televisión, sí, esa arma de dos filos que casi siempre resulta ser nuestra enemiga más querida. En ella, es donde veo infinidad de comercialuchos y programas televisivos que muy a nuestro pesar definen nuestros estilos de vida, nuestras formas de pensar y hasta nuestras más sentidas preocupaciones.


La tele me presentó a la mujer ideal, aquella como la que debo de ser, pues de lo contrario no podré gozar de los placeres efímeros y banales que la publicidad se ha encargado de incrustar en mi cabeza como deberes religiosos. Le tele me enseñó que debo ocupar un lugar privilegiado en la sociedad, porque si no, no soy nadie, no soy nada, y ese maldito pensamiento es el que muchas mujeres han puesto en la cúspide de sus deseos y todo lo que hacen es para lograr llegar a ella.


¡Tanta belleza interior que alberga la mujer y tanta belleza exterior que desea poseer, solo para sentirse aceptada y entrar en los parámetros que marcan las leyes de la estética femenina! Eso de los estereotipos es un tema que me molesta demasiado, precisamente por eso es que millones de mujeres en el mundo se deprimen, se enferman, y lo peor de todo, viven infelices. ¡Su felicidad radica en su apariencia física!


Me parece algo tan tonto, y sin embargo, resulta ser muy importante para muchas de mi especie. La destrucción del ser humano va en aumento, todo por agradar a la sociedad hipócrita con la que convivimos, y cada vez esas formas de destrucción son más sutiles, pues sí, ahora es autodestrucción, y ni siquiera somos capaces de percatarnos. De que olvidamos el valor de nuestra alma por otorgarle mayor importancia a nuestra piel, a nuestro disfraz, el mismo que servirá de alimento para los insectos una vez que dejemos de existir físicamente en este mundo.


Las mujeres tenemos que lidiar con muchas cosas, no me dejarás mentir. Principalmente aquellas que participan en diferentes espacios, que son profesionistas y madres de familia, además de que tienen vida social; son como esas navajitas Vitorinox, todo en una. Somos independientes en ese sentido, autónomas, dueñas de nuestras decisiones. Nuestro proceso de emancipación del hombre ya se encuentra en un nivel muy avanzado.


Pero seguimos sufriendo. Pues sí, muchas ya no somos capaces de vernos al espejo sin maquillaje, si sucede así, llegamos a sentirnos feas. Luchamos entre nosotras mismas por esculpir nuestro cuerpo y vernos como las que salen en televisión, nos ponemos a dieta, compramos la pelota del pilates… Nos esforzamos todos los días de nuestra vida por no parecernos a la mujer que somos. No nos queremos ver como en realidad somos, nos evitamos, nos hacemos mala cara, no nos queremos.


Estamos peleadas con nuestro reflejo en el espejo. A veces ni nos queremos ver recién levantadas, ¿qué nos está pasando? ¿Por qué huimos de nosotras mismas? Esto es lo que pasa cuando tenemos como consejero espiritual a un aparato llamado televisor. No nos hemos dado cuenta de que cada vez postergamos más el diálogo interno, ya no nos conocemos, ¡ya no nos queremos conocer! Vivimos esclavas de la vanidad.


Nos hemos vuelto vacías e intentamos llenar ese vacío con halagos, mismos que creemos que solo merecemos cuando nos ponemos bellas para la gente. Somos falsas cuando intentamos agradar a los demás con nuestra apariencia física, y qué tristeza me da que basemos nuestros estados de ánimo en detalles tan superficiales.


Digo, tampoco creas que soy una amargada, pero todo en exceso es malo, y en cuestiones de vanidad, las extravagancias están a la orden del día.


Las mujeres modernas seguimos deseando ser como esas princesas de Disney, seguimos anhelando un cuerpazo de diez; queremos ser ‘la mujer perfecta’. Cuánto daño nos hacen estos deseos. Cada vez nos demostramos que nos queremos menos y nosotras mismas nos valoramos en base a lo que aparentamos, somos injustas.


No cabe duda que el mundo está en constante cambio, lamentablemente no todos los cambios son buenos. Lucho todos los días por no ser como esas mujeres, intento con mucho esfuerzo y mucha voluntad desentenderme de lo que me dice la televisión, pero no es fácil. Todas las mujeres, en menor o mayor escala, somos dependientes y no será de otra manera hasta que esas estúpidas ganas de no ser seres invisibles se nos quiten de la cabeza, y cuando dejemos de legitimar a los dueños del ‘qué dirán’.


Por lo pronto, cuando termine de escribirte esto y apague mi computadora, me iré por ahí ‘a ver qué veo’, y espero que no se atraviese en mi camino algún espectacular con una vieja bien buena y que por un momento mi yo interna me diga: yo quiero ser como ella.


'90, 60, 90 suman 240, cifras que no hay que tener en cuenta'
Aterciopelados